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Fecha de lanzamiento
30 septiembre 2020
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Duración
10 temas
La Mundial se derribó con las primeras luces de la mañana de un domingo, la hora de los borrachos y de los cobardes. El edificio decimonónico aguantó siete horas contra la máquina que finalmente lo convirtió en escombros el 31 de marzo de 2019. El paisaje del margen derecho del Guadalmedina cambió entonces para siempre en la ciudad mutante, Málaga. Al otro lado del río sigue estando La Trinidad, barrio de largo abolengo al que le tocó la parte chunga, parafraseando a Tabletom. Apenas un mes antes de la demolición, Sixto había regresado de su Erasmus, una estancia en Praga que devino en el ocaso definitivo de la postadolescencia que ya se anunciaba en 'The Last Teenage Party' (2018), hasta la fecha el único LP de The Loud Residents, grupo paralelo de Sixto, Carlos y Jorge. Los tres miembros de La Trinidad ahora publican, de la mano de Sonido Muchacho, ‘Los Edificios Que Se Derrumban’, su primer disco largo tras dos EPs, ‘El Peligro’ (2018) y ‘Nuevas Dignidades’ (Sonido Muchacho, 2019). Tanto La Mundial como otras certezas antaño inamovibles se desplomaron en muy poco tiempo: los dientes de leche se caen, las familias se rompen, las amigas se mueren, las utopías se desmoronan.
Las construcciones brutalistas que Sixto pudo conocer en sus viajes por el este de nuestro viejo y enfermo continente, algunas de ellas concebidas durante los años cincuenta y sesenta para el derecho a la vivienda de una mayoría social, contrastan con su actual estado ruinoso y con la vuelta a casa: en Teatinos, su barrio, no caben más grúas. Construyen enormes urbanizaciones-burbuja cerradas al mundo, aunque no sabemos quién las habitará. Los treintañeros aún comparten piso, pero la lupa mediática se ha puesto sobre los okupas. Ya en ‘El Peligro’ aparece el tema urbano, la ciudad ruidosa, contaminada e inhóspita por la ausencia del ser amado, pero en ‘Los Edificios Que Se Derrumban’ encontramos un disco arquitectónico (y fluvial, diría) de principio a fin, cuyos andamiajes nos remiten a una doble estructura: la interior y la exterior. El hormigón de este edificio está revestido por la Trilogía de Berlín de David Bowie, así como por influencias del synth-pop yugoslavo y alemán (de hecho, el propio título del disco es una traducción del nombre de la banda berlinesa Einstürzende Neubauten), pero los pilares sin duda son The Clash, Ilegales, Nacha Pop y The Smiths. Sobre ellos se apoyan otros sonidos e influencias: hay espacio para el post-punk e incluso para el spoken-word influenciado por John Cooper Clarke o 713avo Amor. Lo que se halla tras los muros es una pulsión romántica marcada por la muerte joven (‘Ruinas’, ‘Las Flores De Mateo’, ‘Te Espero En El Moldava’), la citada experiencia en centroeuropa y en el este (‘Miel Y Sangre’, ‘Los Niños De La Estación Del Zoo’) y una mirada a un inseparable atrás, al otro lado: a quien espera (‘Sensación Extraña’), a la adolescencia (‘La Mundial’, ‘Todos Los Rumores Eran Ciertos’) y al «Problema de España», que en La Trinidad ocupa por derecho y preocupación un tema en sí mismo, al más puro estilo ‘noventayochista’, no sin cierta ironía (‘España Invertebrada’, ‘La Clase Media’).
Un disco como este, tan directo e íntimo al mismo tiempo, requería una presentación clara, pulida y de frente: en un contrapicado, La Trinidad posa por vez primera para la portada de uno de sus trabajos. La foto, en blanco y negro, muestra al trío delante del edificio de Hacienda, con fondo azul cobalto depuradísimo. Está hecha precisamente desde un puente, el de la Esperanza, el más próximo a la desaparecida Mundial. Ahora la zona está en fase de reurbanización: pronto tendremos en su lugar un hotel de cuatro estrellas y 43 metros de altura, un edificio para usos comerciales y otro que reproducirá la antigua fachada como premio de consolación para los pocos malagueños que se opusieron al derribo. Nada que negociar en la ciudad sin memoria. Ahora «todas las calles son un poco más iguales», como arroja La Trinidad en un verso de este nuevo álbum. Me gusta recordar que a principios de este año horroroso las obras de este nuevo y gran proyecto provocaron un vertido de aguas fecales en el cauce del Guadalmedina, como quien regurgita o caga un alimento en mal estado.
Isabel Bellido.
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