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  • Fecha de lanzamiento

    3 septiembre 1990

  • Duración

    10 temas

Cuando algunos ya los daban por acabados, en 1990 Judas Priest asombrarían al mundo publicando su mejor disco desde 1982 y ya un clásico del heavy metal. Lo más sorprendente es que reinventan su sonido, con unas guitarras que nunca fueron tan sangrantes, Halford superándose a sí mismo y una bateriá atronadora a cargo del recién llegado Scott Travis, rozando el Thrash Metal en muchos de los temas como Metal Meltdown, All Guns Blazing o el bestial y archiconocido tema-título, toda una lección de como hacer heavy metal. También merece la pena mencionar la oscura A Touch Of Evil, con un Halford espectacular.

Critica del disco:

1990… nacía una nueva década. Desde el anterior decenio, el Heavy Metal fue dando su apellido a los vástagos que fue engendrando y que respondieron a diversos nombres, entre ellos el Thrash. En la segunda oleada de este último movimiento, una banda venía observando con su “ojo eléctrico” esa evolución, hasta que decidió responder y tomar partido en aquella era. El crisol de esta Primera Dinastía del Metal eclosionó para dar vida al Salvador, al que hermanaría lo clásico que ellos crearon con lo moderno que ellos dejaron crecer: Painkiller.

La fórmula fue la siguiente: Recuperar la esencia de afiladas joyas como “Defenders Of The Faith” y vertebrarlas con la contundencia que esa nueva época vindicaba. Por ello Dave Holland fue reemplazado por el artillero del ritmo Scott Travis (ex-Racer X), que fue un poderoso escolta para conducir al dúo de hachas Tipton/Downing, con un ametrallador doble bombo que aún hoy empuja las canciones de los británicos.

Y con qué inmisericordia llega esa lluvia de meteoritos con baquetas como estela en el tema que bautiza y abre este álbum… “Painkiller” es la canción-manifiesto, su prefacio para explicar sus actitudes e intenciones, un tema Thrash a la antigua usanza de afiladas guitarras y cambiantes estructuras, como hicieran Sadus en su “Through The Eyes Of Greed” por ejemplo, pero todo ello barnizado con la elegancia de esta brillante banda, que hace que con este tema vengan a la mente y en orden cronológico “Sinner”, “Exciter”, “Screaming For Vengeance”, “Freewheel Burning”, como si fueran todas un mismo demonio que resucita una y otra vez en distintos disfraces, era tras era hasta llegar a su última metamorfosis.
Solo magistral por parte de Tipton, entretejiendo rabia y sentimiento en una trama de notas que da vértigo. Soberbio Halford de raucos agudos, y regalándonos en este corte uno de los momentos más apocalípticos de la historia del Heavy Metal con esa apabullante estrofa de “Faster than a lazer bullet…”, subiéndose al cenit de su voz al final de ésta.

“Hell Patrol” es toda una lección de clase, de buen gusto, con un señorial Halford que con una calma no exenta de pasión decora sílaba a sílaba la canción como nadie supo hacer jamás. Su forma de pronunciar, de dramatizar en este corte recuerda a sus interpretaciones de “The Rage” o “Jawbreaker”. Cómo arrastra esas frases, con esa “ronquera” que modula a su gusto, todo ello acompañado por un cabalgar de guitarras que hace de éste un tema sublime. Y cómo gustan esos trabalenguas marca Rob, como el que en este caso da paso al solo. Solemne y emotivo final, ¡qué entrega en la Voz!.

Lacerando el silencio, a capella es gritada con saña la primera estrofa de “All Guns Blazing”, para romper en un tema de riff conciso y enérgico que acompañará a una letra que, sin ser tan explícita como la música, trata de violencia, pero con una poesía y unas formas más depuradas, que aún así casan bien con la crudeza de los riffs que encarnan la canción y con la contundencia con la que dicha letra es escupida por Halford. Me encanta el dinamismo con el que los “mini-solos” entran entre frase y frase de Rob, buscándose recovecos como víboras para salir no sin su toque maestro de impecable precisión, ubicándose en todo momento con sabio acierto. Heavy Metal de alto rango.

El cuero y la rebeldía no podían faltar para el sermón de los Defensores de la Fe, y si eso se materializa con un presto doble bombo, mejor que mejor. “Leather Rebel” llega pisando fuerte y a brazadas de biela, pero domada por la serena voz de Halford, que como en “Hell Patrol”, da el toque de clase a este veloz ataque sonoro. Aunque no falta autoridad en sus versos, que los canta entre dientes diciendo “soy el amo, anúncienme”, volviendo a la actitud de aquel “Hard As Iron” del “Ram It Down”. Un sabio seísmo bien dirigido y a alta escala Richter.
Los riffs son arrolladores y de gran técnica, y sigue emocionándome esos estribillos finales hasta que Rob suelta desafiante y áspero el último “leather rebelll…”. Lo que Usted diga, señor Halford.

Estridentes fractales de notas funden púas en un duelo entre Tipton y Downing, el “metal fundido” se extiende sigilosamente hasta darnos caza.
Después de muchos años escuchando y analizando este disco, he llegado a la conclusión de que este “Metal Meltdown” es, en mi opinión, el tema “menos bueno” del disco. Aunque va más a favor del álbum que en contra, puesto a que siendo ya de por sí un temazo de una compactación y técnica temerarias, por esa regla de 3 este “Painkiller” responde a Obra Maestra.
Derrochando velocidad y rabia, este tema es uno de los que más demuestran la influencia Thrash de la que bebieron Judas para concebir este disco, siendo curioso el hecho, ya que de algún modo, son también padres de este género, ¿o es que a caso ese “Rapid Fire” no tuvo relevancia para que tal rama del Metal brotara?, sin duda fue una de las principales semillas. Festín del Caos hecho riffs… run for your lives.

Truenos redoblan hasta que de ellos emerge un maléfico arpegio, uno de mis temas predilectos de este álbum pide pista, “Night Crawler”.
Tras el punzante riff con el que rompe el corte, el tema avanza con majestuosidad hasta llevarnos a uno de los estribillos más bellos de la historia de la banda, acompañado por un fino tropel de guitarras que ha creado escuela. Después de que las guitarras imiten el verso de Halford, entramos en terrenos más dramáticos, hasta caer en el abismo. El fúnebre arpegio del inicio vuelve acompañando a Halford, que recita el infortunio de los que ven llegar lo inevitable desde su último subterfugio. Reminiscencias del inigualable “The Sentinel”, que cumpliendo su dogma, hace retornar la tralla para despedirse con los últimos estribillos.

Acordes ligados oscilan lentamente en el vacío, desde atrás la batería va empujando poco a poco para traernos la séptima cara del diamante. “Between The Hammer & The Anvil” es proyectada al infinito por un grito inicial de Halford, en este disco no hay temas de relleno, sería un sacrilegio pensarlo. Uno de los más bellos diálogos solistas del disco se citaron aquí. Heavy Metal a la usanza del “Defenders…” pero poseído por el demonio de esa ecualización en las guitarras, con las que los británicos encontraron la piedra filosofal que tantos neófitos quisieron/quieren/querrán reproducir en este género. Nunca unas guitarras sonaron tan electrizantes, tan afiladas, tan… heavies. Este es otro punto que hace de éste un álbum de culto, una obra única.

La octava pista ya es para postrarse de rodillas, traída por la brisa nocturnal y el tañir de una campana, nos dejamos poseer por ella, un toque de maldad nunca viene mal… “A Touch Of Evil” es una de las mejores power ballads que haya concebido esta banda, y también con uno de los mejores solos de Tipton en estos terrenos baladísticos, recordando su gran trabajo en “Dreamer Deceiver” y en, cómo no, “Beyond The Realms Of Death”, su opera magna en cuestión de solos (hasta entonces, nunca supe que las guitarras lloraran). El cenit de todo llega tras el solo (si ya no era éste suficiente para acongojarnos), con un Halford delirante de amargura y rabia, acompañado de fondo por un no menos emotivo punteo, hasta que la banda deja solo al vocalista de un golpe para un potente “You’re possessing me!!!” que hiere almas y nos retorna de nuevo al estribillo. El susurrado “touch…” como broche final nos deja tan muertos como el hipnótico último suspiro de “Jawbreaker”. La guinda del pastel, aunque amarga esta vez, pero también sabe bien.

“Battle Hymn” despierta tras el susurro, un fúnebre adagio eléctrico que nos va calmando y recuperando de la emoción y la intensidad del corte anterior, y la anunciación de éste como instrumental automáticamente lanza a este disco a la categoría de clásico, viniendo a la memoria los grandes álbumes que tuvieron su instrumental propio en la lista, discos que marcaron cada uno una década en la carrera de los británicos, hablamos de “Sad Wings Of Destiny” y “Screaming For Vengeance”, sumos ancestros de los que este álbum que nos ocupa heredó sus alas y su rango.

Y tal Obra es acabada con éxito, con triunfo, con gloria… “One Shot At Glory” chispea de vigor y optimismo, un sano atuendo para cerrar un evento sin precedentes. El trabajo en la voz y en las guitarras es de absoluto esmero, una delicatessen para los amantes del Metal bien hecho. El largo, tortuoso y virtuoso diálogo de Tipton y Downing no da tregua para asimilar tal ristra de notas que conforman esa cadena de ADN que los hacen únicos en su especie. Y como es la despedida, Halford pone al final toda la carne en el asador, toda su garganta a nuestra disposición, deleitándonos con sus cristalinos agudos, sus giros y su vibratto. Y es que mientras siga sin aparecer alguien que haga lo mismo… y aunque Halford se quedara mudo, seguirá siendo Él la Voz del Metal, pues esto no es un "rey muerto, rey puesto" señores, aquí hay que demostrar.

Terminando ya (“por fin” dirán muchos), el que haya llegado hasta aquí en el texto (mil gracias por su paciencia) sabrá de sobra cuál es para mí el mejor disco, no sólo de Judas Priest, sino de la historia del Heavy Metal: el invicto “Painkiller”, un disco completo con mayúsculas que ha aglutinado temas diferentes entre sí pero que a la vez han seguido todos una misma línea, con un sonido además que ha creado escuela, y que aún hoy sigue encauzando influencias alrededor del Mundo. Miembros de grupos tan dispares como Cradle Of Filth o Arch Enemy lo han reconocido como de sus favoritos y como notoria referencia a la hora de instaurar su propio sonido. Yo creo que no hace falta decir más… tan sólo esto: Can’t stop the Painkiller…

Formación:
Rob Halford: Voz
Glenn Tipton: Guitarra
K. K. Downing: Guitarra
Ian Hill: Bajo
Scott Travis: Batería

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